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viernes, 15 de julio de 2016
ENRIQUE CADÍCAMO
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ENRIQUE CADÍCAMO
I - SÍNTESIS BIOGRÁFICA:
Cuando en 1880 Ángel Cadícamo, de 25 años, su esposa: Hortensia Luzzi, de 21, y Antonio – el primogénito, de 4 – arribaron a Buenos Aires procedentes de San Demetrio Corone (Cosenza, Italia), la Argentina estaba viviendo, en los comienzos de la llamada "etapa modernista", la transición presidencial entre Nicolás Avellaneda y Julio A. Roca, quien el 12 de octubre de ese año asumió el ejercicio de su primer mandato.
Tras habitar un tiempo en la ciudad, la familia Cadícamo – con su nuevo retoño: María Laura – decidió emigrar al pueblo bonaerense de Gral. Rodríguez, en donde Ángel se empleó como mayordomo de estancia. Allí, durante los cuatro años siguientes nacieron María, José María y dos criaturas más que fallecieron poco después del alumbramiento. Luego se mudaron al vecino pueblo de Luján, donde el jefe de familia esa vez montó una pequeña empresa encargada de delimitar con alambrado los terrenos de la zona. Permanecieron cinco años en aquella localidad religiosa, en el transcurso de los cuales los Cadícamo trajeron al mundo tres niñas más: María Adela, Amalia Rosalía y Herminia Verónica.
La numerosa familia retornó al citado pueblo de General Martín Rodríguez; para ser más precisos, a la estancia de los Maireles, donde Don Ángel nuevamente volvió a desempeñarse como mayordomo. Y en esa hacienda, a las ocho de la mañana del 15 de julio de 1900 (año final del siglo XIX), nació DOMINGO ENRIQUE CADÍCAMO, décimo y último hijo del trabajador matrimonio italiano, bautizado en la iglesia Nuestra Sra. del Carmen; patrona del pueblo.
Aproximadamente en 1905 volvieron a Luján, donde compraron una hermosa casona céntrica.
El pequeño Domingo aprendió a leer con sus hermanas María Adela (quien años después, fue reconocida como una de las docentes que bregó para que el Estado suministrara las “copas de leche” en las escuelas) y Herminia Verónica; ventaja que le significó entrar directamente al segundo grado del colegio de los Hermanos Maristas.
En 1910, cuando la patria argentina cumplía su primer siglo, la familia Cadícamo se mudó al capitalino barrio de Flores, entre los grandiosos festejos encabezados por el presidente José Figueroa Alcorta y la Infanta española Isabel de Borbón.
Domingo (por entonces, lógicamente, era llamado por su primer nombre) completó sus estudios primarios en las escuelas Saturnino Segurola y General Urquiza – ambas del barrio San José de Flores. Luego cursó el nivel medio en el Colegio Nacional Mariano Moreno.
Palacio Pizzurno. Consejo Nac. de Educación donde trabajó Cadícamo.
Calle Rodríguez Peña e/ Marcelo T. de Alvear y Paraguay, Bs. As.
En 1919 comenzó a desempeñarse como escribiente en el Archivo del Consejo Nacional de Educación. Allí entabló amistad con Leopoldo Lugones, Héctor Pedro Blomberg, Manuel Gálvez y Enrique Banchs, entre otros consagrados hombres de letras. Quien trabajaba en un escritorio vecino al suyo era Pablo Suero, un dramaturgo, periodista y crítico teatral cuyo nombre, más allá de su obra, ganó repercusión tanguera por haber sido el primero en incentivar al protagonista de esta reseña para que continuara en la senda de la poesía popular, luego de que éste le diera a leer alrededor de 1920 una letra intitulada Pompas, la misma que cuatro años después se convirtió en su famoso tango inicial, con música adaptada por el pianista Roberto Emilio Goyeneche y que fue estrenado por Carlos Gardel, quien lo plasmó en dos versiones discográficas: una registrada en Barcelona, el 27 de diciembre de 1925, y la otra en Buenos Aires, el 23 de septiembre de 1927. En menos de ocho años, "El Zorzal" llegó a grabarle a Cadícamo un total de 23 temas.
Como dato curioso vale acotar que Goyeneche falleció poco antes de la primera grabación, el 22 de abril de 1925, motivo por el cual el poeta decidió cambiar el título de Pompas (indeseable coincidencia relacionada con las pompas fúnebres), por el de Pompas de jabón.
Don Ángel tampoco llegó a oír el primer tango de su hijo, puesto que falleció en 1923 como consecuencia de un desgraciado accidente de tránsito.
El puntapié inicial de la colaboración autoral entre Cadícamo y Juan Carlos Cobián – Vení, vení –, data de 1928, año en que el primero viajó a Europa a bordo del vapor Conte Rosso.
Luego de seis meses de estadía en Barcelona y París – ciudad, ésta última, en donde asistió al debut de Gardel en el cabaret Florida –, regresó a Buenos Aires, renunciando poco después a su trabajo puesto que, como cuenta en su libro de memorias, debido a sus derechos de autor: "ganaba por semana cuatro veces más de lo que cobraba mensualmente en el Archivo" (recordemos que por aquel entonces ya tenía más de 50 temas grabados, entre los cuales sobresalen verdaderos sucesos como Aquellas farras, Che Bartolo, Compadrón, Che, papusa, oí...! o Ramona).
A fines de 1930 decidió embarcarse nuevamente hacia Europa, esta vez, en el Gral. Osorio, un flamante navío de bandera alemana. Su viaje contó con la presencia pasatista de una compañía teatral que debutaría en el Teatro de la Zarzuela de Madrid con una obra escrita y dirigida por José González Castillo, Bayón Herrera y Manuel Romero. Entre su elenco se hallaban: Sofía Bozán con sus hermanas Haydée y Elena, Pedro Quartucci, Gloria Guzmán y María Esther Gamas. También iban a bordo Gerardo Matos Rodríguez, Cátulo Castillo y Roberto Maida.
Meses más tarde, Enrique retornó a Buenos Aires donde continuó creando éxito tras éxito: La casita de mis viejos, Cuando miran tus ojos, Al mundo le falta un tornillo, Luna de arrabal, La novia ausente, etcétera; además, sin abandonar el teatro, se inició como cineasta (ver los siguiente acápites: Sus obras teatrales, Un autor impresionante y Su incursión cinematográfica).
En 1936 llegó a Río de Janeiro acompañado por "El Oriental" José Razzano y Charlo, quien tenía programadas una serie de presentaciones en el Casino de Urca y la Radio Tupí, en las cuales, entre tango y tango, el poeta recitaría sus glosas. En ese viaje escribió los versos Ave de paso, musicalizados por Charlo.
Con su inseparable amigo y colaborador Juan Carlos Cobián, en noviembre del 37 emprendió un viaje hacia Nueva York. Allí permanecieron durante más de un año, haciendo historia en los más extraordinarios registros de la bohemia norteamericana.
Entre los años 40 y 45, ante la insistencia de sus colegas, formó parte del directorio de SADAIC durante períodos presididos respectivamente por Francisco Canaro y Pancho Lomuto.
Su madre falleció en 1942 – a los 83 años – en su departamento de Camacuá 25 (Barrio Flores).
En cuanto a su labor teatral, cinematográfica, musical y literaria, prefiero explayarme en párrafos subtitulados que el lector podrá consultar más adelante; de todos modos, no puedo dejar de referirme en esta primera parte sobre aquellas actividades artísticas que, por estar a la vez ligadas con su historia privada, adquieren una importancia sustancial. Tal es el caso del filme La historia del tango (ver Su incursión cinematográfica). Durante su rodaje le llamó la atención una señorita que intervenía en una escena (aún repetida cada vez que el documental tanguístico la requiere como fiel muestrario de su danza), bailando un tango junto a Tito Lusiardo y actuando las líneas que el guión le deparaba a su personaje. El destino quiso que a fines de la década del 40, Enrique acompañara a su amigo Miguel Juárez Celman – nieto del ex presidente – a la escuela de danzas de Otto Werber. "En este vivero de bailarinas (...) descubro aquel rostro que un año atrás me había atraído extrañamente (...) De una sola mirada pude abarcar de cerca su luminosa juventud...", diría más tarde el poeta, refiriéndose a Nelly Ricciar (luego integrante de la pareja de danzas Nelly & Nelson) con quien mantuvo un extenso noviazgo que en 1961 floreció en un desenlace matrimonial. Pero no es válido continuar sin antes dar cuentas de al menos dos acontecimientos importantes en la vida de Cadícamo, sucedidos en la década del 50; me estoy refiriendo al fallecimiento de su muy cercano amigo y colaborador musical Juan Carlos Cobián – acaecido el 10 de diciembre de 1953 –, y a su cuarto recorrido por el viejo continente – a principios del 54. Volviendo al enlace, pocos meses después (mayo del 62) partieron hacia una maravillosa luna de miel donde durante más de un año recorrieron los principales países europeos.
Ya en Buenos Aires, al poco tiempo nació Mónica María, única hija del matrimonio, sobre la que su padre solía decir orgulloso: "Ella es mi mejor tango".
En julio de 1978, Cadícamo viajó rumbo a Japón para cumplir un cometido como representante de SADAIC. No bien retornó, voló hacia Estados Unidos exclusivamente para comprarle a su adorada Mónica un moderno componente musical; una anécdota que lo pinta de alma entera. Pocos meses más tarde partieron los tres hacia Nueva York, Orlando y otras ciudades norteamericanas.
El siguiente viaje en familia fue en 1986 cuando arribaron a Tokio, donde Mónica – quien un par de años atrás se había iniciado como cantante de tangos en Michelángelo y varios programas de TV – fue contratada por dos meses en el concert de un lujoso hotel, con el acompañamiento del cuarteto de Omar Valente.
Fuera de esos grandes recorridos, su cotidianidad hogareña por lo general se repartía entre Buenos Aires y Mar del Plata, donde, entre otras propiedades sucesivas, adquirieron un chalet de veraneo cercano al de su amigo Julio De Caro. Por supuesto, desde su juventud ha viajado a Uruguay, incluso, allá por el 32 en compañía de Tita Merello y Charlo.
Cadícamo vivió sus últimos años con una salud de hierro que le permitió desempeñar una actividad intelectual lúcida y dinámica, mediante la cual continuó impulsando proyectos hacia el futuro, a la vez que rememoraba los ayeres lejanos, haciéndolos trascender desde la enorme importancia de sus fieles testimonios. "No es cierto eso de que todo tiempo pasado fue mejor. Hoy la ciudad, la vida, son mejores que antes", dijo una vez, tratando de hacernos conformar con el cautiverio al que nos somete la inquieta modernidad. Sin embargo, él sabía, como nosotros presentimos, que aquella belle époque jamás podrá ser ni siquiera imitada artificialmente por los avances o retrocesos de la tecnológica ciencia.
El 19 de octubre de 1999, a raíz de una descompensación renal tuvo que ser internado en la clínica Bazterrica de Buenos Aires por un par de días, lo que le impidió asistir al homenaje que esa misma noche se le realizó en el gran Teatro Cervantes. En sus previos 99 años sólo había sido hospitalizado en dos ocasiones (1908 y 1950) y por el mismo motivo – operación de hernia. El 25 de octubre volvió a ser internado, esta vez en la Fundación Favaloro, donde permaneció hasta el 14 de noviembre, retornando doce días más tarde. Allí se ocupó de sus quehaceres artísticos, como por ejemplo, el disco Cadícamo 2000, en donde reunió algunos de sus tangos inéditos. Su última publicación fue el prólogo del libro Tango; bello muestrario fotográfico del talentoso Aldo Sessa.
A las 10 y 30 de la mañana del 3 de diciembre, su corazón, que llegó a latir en 100 años diferentes, se detuvo tras 36.300 días de marcha. Lo que no pudo ni podrá detenerse es su legado creativo.
Cada partícula de Buenos Aires se expresa mediante sus tangos reflectores de nuestra más pura esencia. Cada uno de ellos, como certeras pinceladas retratistas, nos hacen el honor de condensarnos en su bien ganada inmortalidad.
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