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miércoles, 10 de junio de 2015
EL PRIMER TEATRO COLÓN
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EL PRIMER TEATRO COLÓN
El primer Teatro Colón se inauguró el 24 de abril[cita requerida] de 1857 en el predio que hoy ocupa el Banco de la Nación Argentina, frente a la Plaza de Mayo. Son las instituciones y su gente, más allá de los edificios que los albergan y de sus inevitables influencias, las que cuentan para la historia. Un siglo y medio de tradición operística es la que tiene a su haber el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y esto no es poco pues las condiciones políticas y económicas cambian, y esto va jalonando ese gran derrotero histórico con períodos que ostentan rasgos singulares.
Aquel viejo Colón estaba llamado a apagarse un 13 de septiembre de 1888 para dar paso a un emprendimiento estatal de mayor calibre, que desembocó, veinte años después, en el actual edificio de la calle Libertad. En el intervalo, la crisis de 1890 y sus coletazos impidieron la inauguración de la nueva sala para el 12 de octubre de 1892, a 400 exactos años del descubrimiento de América.
En los veinte años durante los que el Colón no tuvo vida, el Teatro de la Ópera, ubicado en el mismo solar que el actual de la avenida Corrientes, fue amo y señor de las temporadas porteñas. Claro que lo alimentaba el mercado creciente de la inmigración, reflejado en una competencia intensa por parte del Politeama, el Odeón, el Teatro Comedia, el Teatro Marconi y el Avenida, a los que se sumaría en 1907 el Coliseo, sin perjuicio de salas menores como la de Mayo o la Zarzuela.[cita requerida]
El segundo Teatro Colón nace como un proyecto mixto que incluía al empresario italiano Ángelo Ferrari, a las autoridades municipales (que también formaban parte de la élite) y a un grupo de familias que habían comprado prácticamente de por vida abonos para los palcos más caros y prestigiosos. Sin embargo, los costos y tiempos de la obra hicieron que ese aporte no alcanzara a cubrir el 15 % de la construcción y la municipalidad se transformó entonces en una pieza clave. En consecuencia, la influencia del empresario privado decayó y un comité nombrado por la municipalidad empezó a tomar decisiones artísticas referentes a las asignaciones presupuestarias, a las contrataciones y al repertorio, para finalmente reorganizar la estructura de las temporadas. En 1906 se publicó un decreto municipal de gran importancia por el que se le confirió al gobierno de la ciudad el poder de distribuir y asignar localidades, y quitárselas al empresario y a la élite. Las entradas tenían que pasar por una oficina municipal donde se las marcaba y numeraba antes de que salieran a la venta. Ninguna entrada podía ser vendida sin ese sello municipal o fuera de la boletería del teatro.7
El nuevo Colón nació el 25 de mayo de 1908, como «un teatro más», si se piensa que el Ópera ofreció ese mismo año 14 óperas en 54 funciones, con elencos superiores a los improvisados del que entonces aún no era el primer coliseo. La nueva sala estatal, concebida como un teatro de concesiones bajo la supervisión de una comisión municipal, nació a destiempo, en un mercado donde se derrumbaba la mayoría de las salas hasta hacía poco exitosas.
Así, el primer reto para el Colón fue sobrevivir en un mundo que había cambiado las reglas, pero él es el Estado el que lo salva. Es decir, en 1925 abre una nueva etapa al crear cuerpos artísticos como la Orquesta, el Coro y el Ballet, ante la imposibilidad de contar siempre con elencos extranjeros completos. Sin embargo, la paradoja no tarda en aparecer: entre 1925 y 1930 se volverá a un régimen de concesiones para la temporada principal o de invierno, mientras la municipalidad se hará cargo de una breve temporada de primavera.
El Colón en 1936, desde Plaza Lavalle. Detrás, se nota la ausencia de la Avenida 9 de Julio.
Recién en 1931 se plasmaría la municipalización que, hasta entrada la Segunda Guerra Mundial, logró una de las etapas más estables y fructíferas del teatro, que comienza a casi reinar solo en el mercado al que se dirige.
Los elencos internacionales eran cada vez más complicados de contratar por la guerra, lo que arrojó resultados disímiles según los casos. Para el Colón, fue el incremento de artistas nacionales que, al provenir de diversos orígenes, eliminaron distorsiones propias de la tradición italiana, que imponía esa lengua para todo tipo de óperas, costumbre que en el Coro tardó mucho en erradicarse.
Por entonces, las agendas y los cachés de los cantantes internacionales no eran tan exigentes como los actuales. Los directores artísticos viajaban a Europa o Estados Unidos para comprometer a los artistas, que sólo se contrataban formalmente dos o tres meses antes y con el presupuesto aprobado; costumbre que las circunstancias actuales hacen económica y prácticamente inviable.
Función de Gala en 1935.
En 1961 se estableció por ordenanza un nuevo esquema funcional, que persistiría hasta la década de 1990 que consistía de un equipo integrado por director general, artístico, técnico y administrativo.
Apareció así una pendularidad en la historia del Colón que es propia de la historia del país: un nacimiento en crisis (1908-1930), con la creación intermedia de épocas estables (1925), una primera época de oro con la Municipalización (1931-1943), una segunda crisis (1943-1960) y una nueva época dorada, que se iría agotando gradualmente hasta finalizar la década de 1980.
En 1956 fue designado por el dictador Pedro Eugenio Aramburu interventor del Teatro Colón Jorge D'Urbano, quién chocó con los integrantes de la Orquesta Sinfónica y de la Orquesta Estable. La resistencia gremial hizo fracasar la temporada de ópera de 1957 en lo que se consideró el mayor conflicto registrado. La designación de D´Urbano fue vista como muestra del favoritismo imperante en la cultura argentina durante la dictadura de Pedro Aramburu.8 Jorge D´Urbano cerró la gran sala y obligó a que hombres de menos de 50 años y artistas, iniciaran sus jubilaciones en forma precipitada, así como obligó también al exilio hacia el Uruguay y Europa a músicos y sus familias. 9
A raíz de estas medidas en 1957, cuando el teatro se aprestaba a celebrar cincuenta años de inaugurado, un sacudón institucional provocó la suspensión de la temporada (que comenzó en septiembre de ese año), hecho que determinó la necesaria reorganización posterior.
En 1968 se proyectó la ampliación del Colón, que se construiría bajo tierra y a un costado del antiguo edificio, evitando así modificar su valiosa arquitectura. El diseño estuvo a cargo del estudio Mario Roberto Álvarez y Asociados, y fue pensado para concretarse aprovechando el tiempo de seis recesos consecutivos de temporada. La obra significó la refacción y reequipamiento de la sala, del escenario, de los camarines y de los talleres y la construcción del anexo subterráneo bajo la plazoleta República del Vaticano (que fue transformada en un estacionamiento), adonde funcionarían más talleres, depósitos y salas de ensayo.
El Colón sobrevivió a los sacudones de 1973 y se mantuvo como un teatro internacional hasta mediados de la década de 1980, que concluyó en 1988 con el cierre parcial del Teatro, sustentado en la necesidad de reformas técnicas.
Para ese entonces, aún no se advertían con claridad los cambios que en el mundo padecerían las instituciones dedicadas al arte lírico. El Estado tendería a resignar su responsabilidad en el sustento de grandes burocracias teatrales; tendería, como en el caso del Metropolitan, a la búsqueda incesante de patrocinios; los cantantes aumentarían sus retribuciones hasta límites impensados (hoy un comprimario cobra más que una primera figura en los 70), y las agendas harían imposible sostener un teatro con elencos internacionales que no contratare por lo menos con tres años de anticipación.[cita requerida]
Miscelánea[editar]
Reapertura del teatro.
Su estatus artístico está arraigado de tal forma en el imaginario colectivo argentino que se saluda al grito de "¡Al Colón!" a los triunfadores de las más diversas expresiones culturales o a quienes alcanzan logros personales.
La mística que rodea al teatro ha inspirado obras literarias como El gran teatro de Manuel Mujica Láinez, basado en la representación de la ópera Parsifal en 1942 con Lauritz Melchior.
En noviembre de 1989 fue declarado Monumento Histórico Nacional.
En 2011, el sociólogo Claudio Benzecry publicó «El fanático de la ópera: etnografía de una obsesión», una investigación sobre el público asiduo del Teatro Colón, demostrando que contra el estereotipo que prejuzgaba como miembros de la aristocracia a los usuales visitantes del Colón, el público de melómanos y fanáticos de la ópera que concurría asiduamente al teatro era de toda clase de nivel socioeconómico.10
La restauración[editar]
Reapertura del teatro, vista exterior
A lo largo de los 107 años transcurridos desde su inauguración, el edificio ha sufrido deterioros, producto de la falta de mantenimiento e inversión, y el desgaste propio de sus materiales y la acción de agentes externos como la contaminación, la lluvia, la humedad y el paso del tiempo.
Entre 2007 y 2010 se realizaron obras de reparación conservativa en todo el edificio. La obra estuvo a cargo del Ministerio de Desarrollo Urbano de la ciudad de Buenos Aires.11
El 24 de mayo de 2010, como parte de las celebraciones por el Bicentenario de Argentina, tuvo lugar la reapertura del teatro con un espectáculo de animaciones tridimensionales. El evento contó con la presencia de artistas y políticos y se presentó La Bohème.
Instituto Superior de Arte del Teatro Colón[editar]
Hasta que comenzaron las obras de puesta en valor, dentro del teatro funcionaba este instituto que fusionó en 1960 las distintas academias de enseñanza que funcionaban previamente. Hoy está repartido en numerosas dependencias, con horarios de clase reducidos y a la espera de una sede definitiva. El instituto forma profesionales en música y danza, algunos de los cuales han realizado carreras de proyección internacional, como los bailarines Olga Ferri, María Ruanova, Esmeralda Agoglia, Violeta Janeiro, Julio Bocca, Paloma Herrera, Marianela Nuñez, Iñaki Urlezaga, Natalia Magnicaballi, Herman Cornejo, Erica Cornejo, Luciana Paris, Liliana Belfiore, Susana Agüero, Cecilia Figaredo, Eleonora Cassano, Hernán Piquín, Raul Candal, Silvia Bazilis, Maximiliano Guerra, Silvina Perillo, Ludmila Pagliero, Karina Olmedo, Maricel De Mitri y Norma Fontenla y José Neglia y los cantantes Bernarda Fink, Ana María González, Maria Cristina Kiehr, Verónica Cangemi, Dante Ranieri, Raúl Giménez y Cecilio Casas, entre otros.
Se dictan las carreras de:
Danza Clásica
Canto Lírico
Dirección escénica o Régie
Dirección Musical de Ópera
Caracterización
Academia Orquestal
Por su aporte a la música clásica de la Argentina, el Instituto recibió una Mención Especial otorgada por la Fundación Konex en 2009.
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El edificio ocupa 8200 metros cuadrados –con una superficie total de 58.000 m²– en el predio delimitado por las calles Tucumán, Libertad, el pasaje Arturo Toscanini y la calle Cerrito (Av. 9 de Julio).
La sala principal -una de las mayores del mundo- tiene 32 metros de diámetro, 75 de profundidad y 28 de altura en un entorno de estilo ecléctico, que combina el neorrenacentismo italiano y el barroco francés, con una rica decoración en dorado y escarlata. Dividida en siete niveles, tiene capacidad para 2487 espectadores sentados y alcanza los 3000 si se incluyen los parados. El escenario tiene 35 metros de profundidad por 34 de ancho y la boca de escena es una de las más grandes en los teatros con forma de herradura a la italiana.
La cúpula original de Marcel Jambon donde también colaboró el pintor argentino Casimiro Mella, se dañó con filtraciones de humedad después de un baile de carnaval en los años 30 y fue pintada nuevamente en 1966 por Raúl Soldi. El diseño con motivos musicales rodea la araña central, de 7 metros de diámetro con 700 bombitas eléctricas.
Rodean la sala el gran hall de entrada (Foyer), el Salón Dorado, el Salón de los Bustos, el Salón Blanco y el Museo que alberga los trajes utilizados por algunas de las figuras que pasaron por el teatro.
El Instituto Superior de Arte, la biblioteca, el Centro de Experimentación Musical y los talleres conforman dependencias extraordinarias que diferencian al Teatro Colón de otros teatros del mundo ya que la mayoría de los telones, elementos escenográficos, vestuario y todo lo necesario para una puesta en escena completa se construyen en el mismo edificio. Tanto el instituto como los talleres y los cuerpos estables de coro, orquesta y ballet son un semillero de talentos que han dado prueba de la capacidad profesional y artística de sus egresados y empleados.
La entrada[editar]
La entrada principal se encuentra sobre la calle Libertad, bajo una marquesina de hierro forjado, y conduce a un gran foyer adornado por columnas con basamento de mármol rojo de Verona, recubiertas de estuco para imitar el mármol botticino y con aplicaciones de estuco dorado.
El hall, de 14 metros por 28, está coronado por un luminoso vitral en forma de cúpula a 25 metros del suelo, realizado por la casa Gaudin de París. El piso, con diseño de guardas y motivos decorativos, está cubierto por teselas de gres de forma irregular.
La escalinata de entrada, construida en mármol de Carrara, está flanqueda por dos cabezas de león talladas en piezas únicas. Mármoles amarillos y rosados de Siena y Portugal dan distintos matices de color y textura a la balaustrada. Sucesivas escalinatas, enmarcadas en vitrales de Gaudin, llevan a los niveles superiores.
La sala[editar]
Interior del escenario.
Está construida con curva "a la italiana", en forma de herradura algo alargada, tiene 75 metros de largo total, con 38 metros desde el fondo de la platea hasta el telón. La sala reúne las características ideales de la resonancia italiana y la claridad francesa, rasgo que ha convertido al Teatro Colón en el favorito de muchos artistas.
Un gran plafonnier de bronce en semiesfera ilumina la sala con 700 lámparas. Un centenar de apliques de bronce con tulipas de diseños variados y numerosas cajas con luz indirecta, sumados al rojizo y fresa de la tapicería y al oro pálido y marfil antiguo de los elementos de decoración, otorgan a la sala un tinte cálido y acogedor.
La platea está formada por 632 butacas de hierro forjado y madera, tapizadas en pana y dispuestas en 22 filas, divididas en dos por un corredor central.
Desde las entradas laterales hasta el escenario hay, a derecha e izquierda, sendas filas de cinco palcos baignoire o grillés, construidos bajo el nivel de la platea y cerrados por una reja removible de bronce. Utilizados originalmente por el sector del público que guardaba luto o no quería ser visto, esos recintos -que el arquitecto Meano llamaba "palquitos con reja"- albergan hoy cabinas de grabación de audio y video, así como de retransmisión de los espectáculos por radio o televisión. Estas grabaciones forman parte del archivo del Colón, que contiene buena parte de la memoria viva del teatro, y están ahora disponibles para los melómanos del mundo.
Desde la platea se elevan tres niveles de palcos: bajos, balcón y altos. Construidos a la francesa, abiertos y con divisiones bajas, una cortina de brocato de seda color rosa viejo los separa de su antepalco, amueblado con banquetas, espejos y percheros. Los pisos superiores reciben los nombres de cazuela (con espacio de pie tradicionalmente destinado a las mujeres), tertulia (con espacio de pie para hombres), galería y paraíso. A las localidades con asiento se suman más de mil quinientos lugares para espectadores de pie, distribuidos en esos cuatro niveles.
Cúpula[editar]
Detalle de la cúpula del Teatro Colón, Buenos Aires.
La cúpula del teatro Colón.
A 28 metros de altura, la sala está coronada por la cúpula realizada en 1966 por el gran pintor Argentino Raúl Soldi. En sus palabras:
«[…]He querido hacer de la cúpula un espejo, una memoria de colores que evoque la magia de este teatro. Al poner las manos en el proyecto, pensé fijar en el techo todo lo que acontece y aconteció en el escenario. De este modo surgió la idea de esa ronda en espiral invadida por cincuenta y una figuras, incluyendo los duendes del Teatro, que logré rescatar escondidos en cada rincón del mismo[…]».
Los personajes que habitan la obra ilustraron también el ballet que, sobre las arias y danzas antiguas de Ottorino Respighi, se representó en la sala el día de la inauguración de la nueva pintura de la cúpula, el 25 de mayo de 1966.
Salón y Foyers[editar]
El tradicional paseo durante los intervalos permite la visita a los grandes salones del Colón. El Foyer de los Bustos, decorado con bustos de compositores realizados por Luis Trinchero y con el importante grupo escultórico llamado "El secreto", de Eberlein, comunica con el Salón Blanco. De estilo Renacimiento francés, se trata del antepalco de la platea balcón en funciones oficiales y se utiliza frecuentemente para reuniones formales, conferencias y agasajos. Dos grandes galerías, coronadas por vitrales, ofrecen una vista amplísima del hall de entrada y conducen de la Galería de los Bustos al Salón Dorado.
El Salón Dorado es de inspiración francesa, reminiscente del Grand Foyer de la Ópera de París. El dorado a la hoja de su decoración, las columnas talladas, las arañas, los vitrales de Gaudin con imágenes de Homero y Safo y el refinadísimo mobiliario son reflejados por una sucesión de espejos que potencia su fastuosidad. Convertido ya en una sala con vida propia, el Salón Dorado es centro permanente de conciertos de música de cámara, conferencias y exposiciones paralelas a la actividad de la sala, con entrada libre y gratuita.
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