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sábado, 22 de agosto de 2015
El Folklore y la moda del Folklore (3)
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El Folklore y la moda del Folklore
......lo que de hecho es amargo o dulce,
parece amargo o dulce para quienes poseen
una buena disposición de gusto,
pero no para aquellos
que tienen el gusto deformado.
(Santo Tomás de Aquino - Sent. Libri Et. III, 10, 6)
Desde hace tiempo, largo ya, que se habla de: el folklore se tiene que actualizar, no salen nuevas piezas folklóricas, etc. Estos comentarios, avalados por muchísimos comunicadores sociales y especialistas (sic), ya se han vuelto como una especie de sabiduría popular, llevando a muchos - por no decir casi todos- de los argentinos, a la creencia de que el folklore es algo que debe ser renovado, o que exige una renovación. Se pretende que, por ser jóvenes los que hoy mayormente manifiestan públicamente la pretensión de hacer folklore, el mismo tiene obligatoriamente que ser actualizado (sic).
Es frecuente escuchar a periodistas -o comunicadores sociales dedicados a ello - hablar de que el folklore no se renueva ó debe renovarse, expresiones que son comunes, incluso hasta en esos festivales folklóricos, que miden su éxito o fracaso en función de cuán moderno y actualizado es el folklore. Hasta se ha escuchado decir cosas como folklore antiguo, como si el folklore pudiera ser moderno. ¡Esto es una antinomia!
Planteado en términos científicos es, sencillamente, un absurdo.
Cuando se ha entrado en una exaltación de la moda del folklore (?) nacional; cuando se habla constantemente por los medios de comunicación, de una resurrección del folklore, no queda otra que efectuar algunas reflexiones sobre el particular, realizando un enfoque científico del folklore en beneficio de la cultura.
La palabra folklore deriva de una conjunción de palabras anglo-sajonas, que significan: folk: gente, raza, pueblo, tribu, nación; y lore: erudición, saber, enseñar, lo que el pueblo sabe. Fue utilizada por primera vez por Williams John Thoms el 22 de Agosto de 1846, en una publicación de la revista Athenacum, resumiendo una definición de todo aquello que involucre la cultura de los pueblos y su indiosincrasia, a través de los tiempos. Dentro de las definiciones, la más aceptada es: ciencia que estudia la tradición en los pueblos (Saintyves) . Cabe aclarar que, tanto por una cuestión de aceptación universal, más que nacional, se acepta que se escriba con k, pero es aceptado el escribirlo con c.
Folklore, con mayúscula, es la referencia a la ciencia, y con minúscula cuando
se emplea al material folklórico. En nuestro país los estudios folklóricos se iniciaron a fines de 1800, cuando se transforma como ciencia necesaria para una mejor comprensión del pueblo sobre sus tradiciones e historia.
"Generalmente se la conceptúa como la ciencia que trata de las manifestaciones o bienes culturales (costumbres, vestidos, danzas, etc.) del pueblo, que en él han arraigado y que han sobrevivido por varias generaciones a la época cultural a que pertenecieron". (Manual de Danzas Nativas, de P. Berruti)
Para que algo sea considerado folklórico, según la ciencia y los científicos estudiosos del tema, debe considerarse como tal tomando en cuenta tres aspectos esenciales :
a) ser anónimo,
b) popular (nacido de gesta acontecimiento popular); y posteriormente,
c) ser tradicional, o sea, haber cumplido todo un ciclo de adaptación y aceptación en la conciencia cultural de ese pueblo.
Es así entonces que, al ser muy difícil establecer como anónimo algo compuesto más acá en los tiempos, por más antiguo que sea, pasa a ser considerado no como folklore sino como valor tradicionalista; del saber popular, costumbrista, que sólo el paso del tiempo, (y dentro de un futuro muy lejano) y sólo eso, sin deformaciones de ninguna clase, lo podría transformar en folklore.
Pero tal motivo, no lo habilita con rigor científico para ser Folklore, sino en saber popular, que no es exactamente lo mismo.
Lo ignoto, lo que surge de leyendas o que tienen autores pero que se perdieron en los tiempos, de tradición oral, sin más pruebas que el saber que existe, que se recopiló de muchísimas costumbres ancestrales de las cuales no se tiene las referencias de quiénes fueron sus autores, es lo que DEBE considerarse Folklore.
Tomemos por caso, toda la obra prolífica de Don Andrés Chazarreta: la recopilación, pero no su autoría, de muchas danzas folklóricas, las que aún hoy son, y serán, anónimas y populares. Tenemos así, danzas como el El Triunfo, el Pala-Pala, el Sombrerito, los mismos orígenes de la Chacarera y de la Zamba, etc. que surgieron netamente por espontaneidad del pueblo, y no porque a alguien se le ocurrió y la inventó, y si así fuera se desconoce.
Como ejemplo, citamos la Zamba de Vargas (música solamente), máximo exponente de lo que la ciencia cataloga como (música) folklórica, porque reúne las condiciones que se citaran, a saber: es anónima (surge repentinamente - a la orden - de los músicos en la batalla del Pozo de Vargas); es popular (surge de una gesta histórica, dentro del marco de las luchas fratricidas argentinas); y es tradicional, porque quedó incorporada al pensamiento popular y se mantuvo a través del tiempo.
El mismo caso se da con las coreografías de las danzas folklóricas, que por lo general reflejaban, y reflejan, un sentir de gentes para manifestar inquietudes, necesidades, aspectos costumbristas o de querer transmitir leyendas.
En concreto, en la mayoría de los casos, nacieron como necesidad de expresión, que se hizo tradicional y que por transmisión, como la oral, se muestra de otra forma: bailando, utilizando el movimiento corporal como manifestación del querer decir; como así también, para satisfacer las necesidades de socialización.
De aquí surge el baile expresivo, que tiene indudablemente una formación del lugar y tiempo en que se supone nació (esto es lo telúrico), y no un aggiornamento insólito de coreografías hechas por coreógrafos (sic), que más hacen parecer a nuestras danzas como si fueran españolas, húngaras o de cualquier otro país, que de las distintas zonas de nuestro país y zona de influencia.
El tiempo, y por acción de los hombres en particular los que comercian a costa de la tradición, algunos comunicadores (ignorantes o no), los profesionales formados con esta idea, no sólo han desvirtuado estas premisas, sino que han incentivado una expresión generalizada de que el folklore se debe actualizar, ¡Como si se pudiera actualizar! No es así: el folklore no se puede actualizar, porque deja de ser folklore.
Así de simple. Que se la llame música popular, de raíces folklóricas (.?), tradicionales, etc., es válido, pero jamás: folklore.
Se ha llegado al extremo de denominar a esas modernizaciones (sic), como proyección folklórica, en el sentido de una actualización (sic) del folklore. Craso error. La proyección folklórica es (según Rodolfo Assunçao, gran estudioso de la ciencia, en una conferencia en la Facultad de Arquitectura, en los 70's), bien entendida, sacar -proyectar- una pieza de su ambiente folk y trasladarla a otro lugar. Ejemplo: una chacarera tradicional de Santiago del Estero, tocada y cantada en San Luis. En la ciencia del Folklore a eso se denomina proyección folklórica.
Pero, bajo ningún punto de vista esto permite, ni habilita a nadie, desvirtuar la pieza en sí misma y se le hagan modificaciones instrumentales, coreográficas, se le agreguen instrumentos no adecuados, etc.
En este último caso, se trata simplemente, de un gusto particular que puede ser muy lindo, pero no es folklore. ¡Llamarlo folklore es una herejía científica! (valga el término). Nadie impide que se diga lo que se quiera, de lo que se hace ahora en nombre del folklore, pero ¡No es folklore!
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